HABLEMOS DE IMPERDONABLES
Hablame otra vez de “igualismo”. Hablame del exceso de atacar un patrullero o ensuciar las paredes de tus catedrales. Hablame de tu derecho a no ver tetas en la playa y a llamar a los gendarmes para preservar tu mirada de postales que interrumpen tu moral. Hablame del libre albedrío del control remoto y de mi exageración al pedirte que revises lo que consumís porque ello te vuelve testigo y cómplice de un sistema que reivindica y perpetúa la violencia. Hablame de tu hartazgo por el término “patriarcado” y por manifestaciones que no te representan. Hablame de tu molestia cuando ocupamos las calles. Hablame de “que se sacaban fotos provocativas”, de “que osaban viajar solas”, del “fíjate cómo se vestían” o “qué habían consumido esa noche”. Hablame de esos rótulos, como “feminazis”, con los que le bajás el precio a nuestra lucha sin tener ni siquiera una puta idea de su origen o significancia. Hablame de tus latiguillos y tus excusas para justificar la barbarie.
Hablame. Quizás me tome un rato escucharte. Primero tengo que enterrar a Martina, salteña instalada en Buenos Aires y asesinada a puñaladas por su novio en su departamento de Villa Lugano. Y a Ámbar, su pequeña hija, cuyo destino también terminó a cuchillazos. Y a Emma, estudiante de medicina de veinticinco años. Violada, rematada a golpes con una pala, degollada e incinerada. Después tengo que ver cómo evoluciona Ana Laura, víctima y sobreviviente del horror en Punta Lara, entendiendo por supervivencia el hecho de seguir respirando, aunque ya haya muerto para siempre en tantas otras formas.
Dos barrios. Dos historias. Dos bestias. Cuatro días. Cuatro víctimas. Pero, dale. Hablame de todo aquello que te permite disfrazar de evasivas este nuevo imperdonable. Y colgale a tu muro el cartelito de Ni una menos para tu redención necesaria. Quizás un día te atrevas al espanto sin pretextos, al grito sin atenuantes y a la lucha sin peros. Entonces saldremos juntas a celebrar que nuestras vidas, finalmente, sean más importantes que patrulleros o catedrales manchadas.
Mientras tanto, no somos más que el potencial titular del diario de mañana.