QUÉ HACER CON EL RESENTIMIENTO
Entiendo que el resentimiento no viene del agravio,
sino de la humillación que deviene del agravio.
Hay tres tipos de reacción frente al agravio, una la de la esperanza y el ingenuo optimismo de la redención de la razón justa, otra la del martirio, de la derrota irredimible, de la desesperanza, de la humillación y el resentimiento, y la tercera, una mezcla de lo mejor de las dos cosas, la del coraje para la resistencia sin falsas ilusiones, para la oportuna rebelión sin martirologio, la de la estrategia fría, minuciosa y constructiva.
La redención no la consiguen los optimistas a ultranza, porque no son estrategas, creen en el destino y en la justicia natural de la verdad. Tampoco la consiguen los derrotistas. La consiguen los ecuánimes, que son capaces de adaptarse a las circunstancias para eludir al máximo el daño y no perder oportunidad de avanzar hacia el objetivo.
Pero cuando se está avanzando un paso hacia el objetivo, aparecen los derrotistas con su resentimiento a cuestas, a poner palos en la rueda del estratega, confundiendo el objetivo de construcción con el de la revancha.
En los derrotistas humillados resentidos revanchistas hay una paranoia que solo lleva al fracaso. ¿Qué hacer con el resentimiento? Aplastarlo como a un vampiro que nos acosa. Desplazarlo aferrados a la optimista apuesta de la construcción política hábil y estratégica. Ni al optimismo ingenuo ni al pesimismo enfermo.
Decía Gramsci: el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Unía estos dos factores para su combinación. Ni el optimismo ciego ni el derrotismo paralizante y revanchista.